Bizcocho de harina de castañas
¿Seguís por ahí? Espero que sí, porque esta receta de bizcocho de castaña sin gluten merece mucho, pero mucho muchísimo la pena.
Vaya año este… desde junio no publico nada y tampoco es que en los meses previos me hubiese dejado caer mucho por aquí, por unas cosas o por otras. El caso es que sí he fotografiado un puñado de recetas (algunas durante el confinamiento), pero no he juntado las ganas y tiempo suficientes para publicar ninguna. Como el camino se empieza con un primer paso, vamos allá, a ver si remonto en estos últimos meses del 2020.
Lo dicho, os traigo una receta espectacular de un bizcocho que queda jugoso, con una textura magnífica, que es apto para celíacos y por si eso fuera poco, tiene un sabor espectacular.
Hace un tiempo me regalaron un par de kilos de harina de castañas de León y esta fue la primera receta que probé. Desde entonces la he repetido unas cuantas veces, la última fue para el cumpleaños de J. y sus compañeros de oficina le pusieron muy buena nota a la hora del almuerzo. 😉
Vamos al lío.
Ingredientes para un molde de 23 cm de diámetro:
- 3 huevos medianos
- 150 g de azúcar moreno
- 150 ml de aceite de girasol
- 150 g de nata para montar (35% MG)
- 180 gr de harina de castañas
- 16 gr de levadura química
- Opcional: azúcar blanco y canela molida
Cómo preparar bizcocho de harina de castañas:
Precalentar el horno a 200 ºC.
Lavar los huevos y separar las claras de las yemas.
Montar las claras a punto de nieve suave, yo lo suelo dejar entre puntas rígidas y punto de nieve, porque es más fácil de mezclar luego (siempre tengo a mano este post de Javirecetas para ver hasta donde montar porque lo explica muy bien) en un cuenco amplio (toda mi admiración si lo hacéis a mano, yo uso la batidora con las varillas) y reservar.
Batir las yemas con el aceite de girasol y el azúcar moreno en un cuenco grande.
Agregar la nata para montar y seguir batiendo hasta tener una crema homogénea.
Mezclar la harina de castañas con la levadura química y tamizar para eliminar los grumos.
Incorporar la harina a la crema en varias tandas, removiendo con una espátula (o con las varillas, como hice yo, por lo que veo en la foto, jajaja) hasta integrar la harina antes de añadir más.
Añadir las claras montadas a la mezcla, en dos o tres tandas, integrándolas con movimientos envolventes de la espátula. Es importante hacerlo con delicadeza para que la masa quede aireada y esponjosa y no se desinfle.
Engrasar un molde redondo desmontable de 23 cm de diámetro con aceite de girasol, verter la masa dentro y alisar un poco la superficie con suavidad.
Espolvorear una mezcla de azúcar y canela molida por encima. (*)
Bajar la temperatura del horno a 180ºC y hornear durante unos 20-25 minutos, a altura media y con calor arriba y abajo. (**)
Para comprobar si está hecho, pinchar con un palillo en el centro del bizcocho, si sale limpio es que ya está listo, en caso contrario, dejarlo 5 minutos más y volver a pinchar.
Sacar del horno y dejar enfriar encima de una rejilla.
Os recomiendo dejarlo reposar hasta el día siguiente, porque gana mucho en sabor y vale la pena la tortura, jajaja.
Notas:
En Madrid la harina de castañas que encontré está a un precio prohibitivo, aunque creo que vale la pena para una ocasión especial. Si encontráis algún sitio que la venden barata y queréis aprovechar a comprar más cantidad, yo he probado a conservarla en el congelador como nos recomedaron los productores y me ha funcionado de maravilla.
En las fotos veis un azúcar que no parece moreno, es porque esta vez utilicé azúcar amarillo que compré en Portugal. Allí lo usan mucho para repostería tradicional, da un poquito de sabor y las masas quedan más jugositas.
En la receta que utilicé proponen usar nata o crème fraîche, si algún día la encuentro, probaré. Recuerdo que cuando vivíamos en el pueblo y comprábamos la leche directamente a una vecina (yo cruzaba el monte que separa mi casa de la suya con un cántaro de aluminio para ir a por ella, como Caperucita, jajajaja), mi madre iba guardando la capa de nata que se quedaba por encima después de hervirla y hacía los «queiques» (así llamamos en Galicia a los bizcochos densos) con eso. Para mí sabían un poco fuertes, pero luego he probado la bica tradicional y sabe similar a aquello «queiques» de mi infancia. Todavía tengo el sabor y el aroma grabado en el cerebro y me encantaría hincarle el diente a un trozo ahora.
Ojo con pasarse al montar las claras, que se forman grumos y se va todo a la porra. Por cierto, curiosidades químicas detrás del montado de claras.
A mí me da bastante pereza lo de tamizar en un cuenco aparte, así que lo tamizo directamente sobre la crema en tandas. Como sólo queremos evitar grumos, las partículas grandes que se quedan en el tamiz o colador, se añaden a la masa también.
(*) En la fuente indican espolvorear con 50 g de azúcar blanco mezclado con 1 cucharadita de canela. Esa es la cantidad que sale en la foto de ingredientes y a la hora de ponerla me pareció muchísimo. En esta casa no somos muy fans de morder azúcar, y también hemos ido reduciendo el consumo, así que yo diría que como mucho le puse 20 g. El resto lo guardé para otra ocasión.
(**) Recordad que los tiempos son orientativos y dependen mucho del horno y el molde que vayais a usar. Si creéis que vais a olvidar bajar la temperatura al meter el bizcocho a hornear, precalentad directamente a 180 ºC. Yo suelo ponerlo más alto para que suba un poquito más rápido al principio y después lo bajo para que no se queme.
Es un tipo de bizcocho que se disfruta más si queda jugoso, así que no os paséis de tiempo, para que no se seque.
Fuente:
Al igual que Lola de Bizcocho y Caramelo, yo estaba buscando una receta que sólo llevase harina de castañas, sin mezclar con otras, y así fue como llegué a su blog, probé su bizcocho y me quedé enganchada.
Leave a Reply